domingo, 27 de noviembre de 2011

Tipos de argumentos 2º de Bachiller


LOS ARGUMENTOS
·        Datos y cifras
La presencia de cifras, porcentajes y datos comparados transmite sensación de veracidad. Sin embargo, a veces los porcentajes pueden incurrir en frecuentes dislates.
Hacerlo bien no es suficiente, hay que cuidar los detalles
Carles Esteban
La Vanguardia, 8 de enero de 2006
Hacer llegar un periódico cada día a su cita con los lectores es un trabajo de gran intensidad, en el que participan centenares de personas entre redactores, fotógrafos, diseñadores, ilustradores, colaboradores externos, corresponsales, técnicos informáticos y una compleja estructura industrial y de distribución. [...] Pero tener buena información escrita o gráfica, presentarla de manera equilibrada y atractiva, contar con buenos analistas y disponer de una buena infraestructura tecnológica no es suficiente. A veces, fallos aparentemente menores, debidos al descuido, la desidia o simplemente a los errores humanos, pueden socavar el resultado de esa ingente tarea que consiste en hacer un periódico y sembrar la duda entre los lectores sobre la credibilidad del medio de comunicación. Los casos que se exponen a continuación no son lo que podrían denominarse fallos graves que afecten a la credibilidad general del periódico, pero nos muestran que es necesario mantener la guardia alta en todos los frentes ya que los lectores se muestran muy exigentes.
PERLAS NUMÉRICAS. “Las noticias numéricas en la prensa se prestan especialmente a los errores, por lo que es preciso ser cuidadoso con ellas para no publicar absurdos”, escribe el lector Manuel Alfonseca. Y a continuación nos ilustra con [...] ejemplos que deberían mover a la reflexión sobre nuestro trabajo. El primero de ellos se refiere a las personas fallecidas a lo largo del puente de la Constitución. Al término de dicho periodo vacacional apareció el balance de víctimas y La Vanguardia incluía un titlar que decía “Un 33 por ciento de los muertos no llevaba el cinturón de seguridad”. Dice el lector, que se dedica profesionalmente a la docencia, que utilizó esta noticia para hablar sobre estas cuestiones a sus alumnos: “A la pregunta “¿qué quieren que deduzcamos de esto?” uno de mis alumnos más avispados respondió: “Que no hay que ponerse el cinturón de seguridad, pues los muertos que sí lo llevaban son el doble”. Obviamente, les expliqué que, para que el dato tenga sentido, hace falta más información: ¿Cuántos conductores que sufrieron accidentes potencialmente mortales se salvaron por llevar el cinturón? ¿Existe alguna relación entre los conductores que no se ponen el cinturón y los que conducen con exceso de velocidad?”. En este caso, el lector no se queja de nada, simplemente realiza una interesante reflexión sobre la gran dificultad que entraña poner titulares periodísticos, que necesariamente deben ser concisos y destacar lo más importante de la noticia, cuando se trata de explicar realidades complejas.
·        Autoridad y citas
El argumento de autoridad se emplea cuando se menciona a una persona experta en el asunto que se está tratando, o bien a un pensador relevante, a un organismo de reconocida solvencia, para reforzar la tesis o alguna de las ideas que expone el autor.
En no pocas ocasiones, además de mostrar la concordancia entre las ideas del autor y las de la destacada personalidad, también se reproducen las palabras de esa prestigiosa persona que va en consonancia con las razones que se vierten en el texto.
Una gota en el océano

FERNANDO TRÍAS DE BES
Somos pequeñas hormigas en un gran hormiguero. El mundo es enorme, y nosotros somos sólo una gota en el inmenso océano. Demasiado a menudo nos sentimos pequeños e impotentes, y pensamos que nuestras acciones sirven de poco. Sin embargo, he aquí la frase que la Madre Teresa de Calcuta solía repetirle a Dominique Lapierre: "El océano está hecho de gotas de agua, así que tu gota es importante porque, con otras gotas, podemos hacer un océano". La frase, rotunda y conmovedora, nos lleva a una reflexión: todo fenómeno generalizado tuvo que ser iniciado por una primera persona. Y ésta, a su vez, contagió a otras hasta lograr algo grande.


Los beneficios del optimismo

ÁLEX ROVIRA CELMA
EL PAIS SEMANAL - 11-12-2005
Cada vez más investigaciones muestran los beneficios físicos, psicológicos e incluso económicos que genera una actitud optimista ante la vida. Aliados asociados como el coraje, la esperanza, la confianza, la pasión, la perseverancia o el entusiasmo son capaces de transformar nuestra realidad y hacernos más felices. ¿Qué es el optimismo? Martin Seligman, psicólogo de la Universidad de Pensilvania, está considerado uno de los principales expertos en el estudio de las diferencias entre optimistas y pesimistas. Según este profesor, el optimismo está muy relacionado con la responsabilidad que asumimos o no las personas ante aquello que nos ocurre. En definitiva, el optimista se hace y se sabe responsable de aquello que le sucede, y, por tanto, se cuestiona qué es lo que puede hacer para rectificar, mejorar o cambiar una determinada situación. Por el contrario, el pesimista tiende a sentirse impotente frente al mundo o incluso frente a sí mismo y espera pasivamente a que sean las circunstancias externas las que cambien. Los optimistas tienden a interpretarse más como causas de aquello que les ocurre, mientras que los pesimistas tienden a sentirse efectos de las circunstancias exteriores. Otra diferencia interesante es que el optimista tiende a percibir los aspectos positivos de sí mismo, del otro y de la realidad que le rodea, mientras que el pesimista se concentra en los aspectos negativos. En consecuencia, las emociones del optimista se mueven en un espectro que incluye el coraje, el entusiasmo, la pasión, la confianza, la esperanza o el ver los errores como oportunidades para aprender. Por su parte, el pesimista tiene un mayor riesgo de sufrir problemas emocionales, ya que demasiado a menudo el sentimiento de culpa e impotencia facilita la sensación de fracaso y la percepción de imposibilidad de cambio o mejora. Las personas optimistas tienden a ser más perseverantes y a ver realizados sus proyectos en mayor medida que las pesimistas.
En el siguiente texto encontramos varias citas, pero no todas ellas tienen el peso de un argumento de autoridad.
Por MANUEL MANTERO. Escritor y catedrático universitario en Estados Unidos/
Actualizado 29/01/2005 - 02:38:10

Según se lee en Time, la risa ayuda a la comunicación y protege de las enfermedades (sobre todo si se ríe vigorosamente), resultando eficacísima para el funcionamiento del corazón y los pulmones. Excelencias que ya sabía yo, pero no sabía que hubiera «líderes de la risa», unos mil, quienes consuelan y arrancan carcajadas a los pacientes en residencias de ancianos y hospitales de Estados Unidos.Y no sabía que en el centro de Bombay cada mañana a las seis se reúne un montón de personas para reír juntas hasta dislocarse de gusto, y después volver tan compuestas al trabajo; su risa es altamente contagiosa, y no importa que los reunidos carezcan de motivo especial para reír. El doctor Madan Kataria fundó su primer club de la risa en 1995 y ya hay cerca de dos mil sólo en la India.

Aunque Platón considera a la excesiva risa «humillante», yo me atrevo, visto su mérito preventivo y curativo, a proponer algo que juzgo vital, atendiendo a la risa sin causa y también a la desatada por motivos cómicos. Ambos tipos de risa deben tener efecto cuando haya personas juntas, preferentemente muchas personas juntas.Y las mujeres, desoigan a Ovidio cuando escribe que se les deforma la cara al reírse. Es mentira.

[...]
No ignoro que nuestro país figura entre los más adelantados del mundo en expectación de vida, pero ¿por qué no vivir aún más e intentar los noventa años de promedio? Se lograría fácilmente (me apuesto un viaje a la luna) siguiendo mis recomendaciones de guardar el minuto de risa y atender a las convocatorias municipales. Estamos todos hartos de malas noticias, provengan de la sandez de los hombres o del terrorismo de la naturaleza. Un médico francés del siglo XVI, Laurent Joubert, afirmaba que reír demasiado produce obesidad. No lo creo. La gente puede llorar de risa, orinar de risa, defecar de risa, pero nunca engordar de risa. ¿Y morirde risa? Nunca. Vivir de risa será.

·        Analogía y ejemplo
La argumentación a través de una analogía consiste en aplicar a un hecho o a una situación lo que es válido para otra. Los ejemplos, que tan a menudo aparecen en los textos, no son más que muestras convincentes de situaciones o  hechos análogos con los que se ilustra una idea. Naturalmente el autor da la argumentación mediante analogía o mediante ejemplo presupone que xiste un notorio paralelismo entre los dos hechos o entre las dos situaciones.

Y los videojuegos nos chuparán la sangre

Vicente Verdú
Al siglo XX le costó años asumir la bondad de la fotografía y al siglo XIX se le indigestó el vals. Pero hoy, cuando la televisión se encuentra todavía satanizada, el videojuego crece como un horrible peligro más.
Incluso puede construirse una alegoría al compás de una narración, en donde sólo al final descubre el lector o lectora el paralelismo entre los elementos sobre los que se diseña la comparación, como en el siguiente ejemplo:

Galeón

MANUEL VICENT
EL PAÍS  -  Última - 15-01-2006
En la terraza de un bar de la playa están sentados un viejo y un niño. El mar acaba de purgarse con un temporal y ha dejado la arena cubierta de algas rojas muy amargas, pero las aguas ya se han calmado y el viejo le señala al niño un buque explorador fondeado en un punto del horizonte que está sacando del abismo un galeón de bucaneros que se hundió en tiempos muy remotos. Mira, le dice el viejo, aquel buque tiene un brazo articulado que ha bajado a mil metros de profundidad y ha introducido una cámara entre las cuadernas de la nave donde se ven cofres, vajillas, arcabuces y una sirena color de rosa esculpida en el bauprés. En un camarote aparece todavía la calavera del capitán coronada de lapas. El niño comienza a soñar con los ojos muy abiertos. Todos nuestros juguetes se han roto, excepto los cuentos que nos contaron en la niñez y que de una forma u otra nos llevaban siempre a la isla del tesoro. Gracias al sistema de detección por satélite existen no menos de 4000 barcos localizados en el fondo del mar, - trirremes, carabelas, goletas, galeones, - que naufragaron a lo largo de la historia. Lo que en el Mediterráneo eran dioses, en el Caribe y en los mares del Sur fueron piratas. Cada abismo contiene sus propios héroes sumergidos, como nuestra imaginación alberga los deseos más remotos. Existen empresas especializadas en sacar a la superficie estos barcos cargados de oro o de esculturas de mármol, lo mismo que la razón extrae las imágenes simbólicas que elabora el cerebro en la oscuridad de los sueños y las convierte en sensaciones a pleno sol. El viejo le cuenta al niño un cuento de corsarios y en la imaginación del niño se sumerge la figura soñada de un barco fantasma gobernado por unos piratas berberiscos que llegaron a esta playa para raptar a cuantas mujeres hermosas encontraban. El viejo va aflorando desde el fondo de su memoria la historia de Simbad el Marino, la del Capitán Nemo, la de Lord Jim y otros cuentos, juguetes que le habían regalado en la infancia y nunca se le rompieron. Ahora los saca a la superficie, los deposita en la imaginación del niño y estos relatos se hunden en su cerebro hasta alcanzar el fondo de los sueños. Cuando el viejo muera y su cuerpo descienda al abismo como una nave derrotada, un día, al recordar los cuentos que le había contado, el niño lo salvará de las aguas como ese buque explorador está rescatando ahora un galeón de bucaneros que lleva en su vientre cofres repletos de monedas de oro, una sirena labrada en el bauprés y otros tesoros.
·        La experiencia personal
Recurrir a una experiencia personal vivida para apoyar la argumentación de un texto es un recurso muy usual. Desde el punto de vista del autor, la presentación de un hecho como una peripecia personal tiene la ventaja de ser difícilmente discutible, y por lo que respecta al lector, el hecho de sentirse confidente de la revelación de una anécdota le resulta casi siempre atractiva. La narración de las experiencias personales nos resulta mucho más cautivadora que una argumentación teórica.
LAS COSAS QUE NUNCA HICIMOS
Juan Manuel de Prada (XL Semanal- Nº 1072)



En los paseos diarios con mi abuelo nunca faltaba una parada en alguna tienda de tejidos. Eran establecimientos amplísimos y luminosos (o al menos así se lo parecían al niño que yo era), con estantes abarrotados de piezas de tela de distintos géneros y colores que se alzaban hasta una altura inconcebible y unos mostradores largos y macizos, de una madera antaño lustrosa que el tiempo había ido poblando de muescas, una madera sobre la que los dependientes hacían sumas y multiplicaciones con el mismo bolígrafo que un segundo antes sostenían en delicado equilibrio sobre el caballete de la oreja. Mi abuelo respiraba con beatitud en aquellas tiendas de tejidos y me aupaba para encaramarme en uno de aquellos mostradores, aprovechando un hueco expedito entre el tumulto de telas que aguardaban ser devueltas a los estantes. «Un vaso de agua para mi nietico», solicitaba mi abuelo a uno de los dependientes, que corría a la trastienda a atender la petición, mientras él se paseaba por el establecimiento con esa melancólica dignidad del rey destronado que recorre las dependencias del palacio familiar, hoy convertido en museo por la calentura democrática: saludaba a la clientela y la asesoraba en su compra, departía con los dependientes, acariciaba los paños con deleite (era capaz de distinguir su gramaje por el tacto) y se enfurruñaba si detectaba en su composición poliéster u algún otro tejido sintético.

El dueño de la tienda no tardaba en aparecer, advertido por alguno de los dependientes, a quien tal vez fastidiase la actitud un tanto entrometida o sabelotodo de mi abuelo. El dueño de la tienda era siempre un señor muy orondo y elegantón que me hacía una carantoña o me regalaba un caramelo de tofe, antes de pegar la hebra con mi abuelo. Recuerdo que en aquellas conversaciones merodeaba la nostalgia de los tiempos idos: los géneros ya no eran como los de antaño, los proveedores catalanes ya no eran tan solícitos y detallistas como los de antaño, los sastres ya no trabajaban con la misma maña que los de antaño, y la clientela, cada vez más aborregada y plebeya, prefería abastecerse en las tiendas de prêt-à-porter, que ya por entonces eran una plaga y amenazaban con arruinar el negocio. Se abría entonces un silencio luctuoso en la conversación, un silencio de velatorio que ponía un brillo trémulo en la mirada de mi abuelo, como si aquella sucesión de desdichas certificaran la defunción de su más acendrado sueño. Siempre lloramos lo que nunca tuvimos.

Mi abuelo hubiese querido regentar una tienda de tejidos, pero nunca alcanzó ese sueño. De regreso a casa me narraba obsesivamente la retahíla de infortunios que se lo impidieron: de joven había tenido que trabajar como vendedor ambulante, para subvenir la economía familiar; se había echado una novia que como él tenía la vocación del comercio, pero la guerra y los años de hambruna que siguieron le impidieron matrimoniar e independizarse; cuando por fin pudo hacerlo, ya eran ambos cuarentones, y su mujer murió al alumbrar a mi madre; la viudez lo hizo reservón, y aunque volvió a casarse prefirió quedarse en el pueblo; llegó a reunir unos ahorrillos que le hubiesen permitido abrir un negocio en la capital, y hasta viajó a Barcelona, para cerrar un contrato con Tamburini (pronunciaba este nombre con veneración casi religiosa), un empresario textil que fabricaba los mejores tejidos, pero cuando ya tenía el local apalabrado algo falló en la transacción, o quizá sólo fallase su arrojo, quizá el miedo a empeñarse de por vida lo obligó a desistir en el último momento. «Nunca dejes de hacer por miedo lo que tienes que hacer, nietico mío», me aconsejaba mi abuelo, y me apretaba la mano hasta casi rompérmela, como si en la fuerza de ese apretón quisiera transmitirme el valor que a él le había faltado, la lealtad a la vocación que a él le había flaqueado, por culpa de una vida perra.

Mi abuelo murió sin ver coronado su sueño. Pero siempre pienso que, allá en el cielo, andará regentando una tienda de tejidos, y que con sus propias manos cortará la tela blanqueada en la sangre del Cordero con la que se viste la muchedumbre de los bienaventurados. Siempre pienso que las cosas que nunca hicimos en vida, por falta de arrojo o por intervención funesta de la adversidad, podremos hacerlas allá donde la vida no se acaba nunca. Y en esa otra vida interminable siempre pienso que trabajaré como dependiente a las órdenes de mi abuelo, en una tienda de tejidos en la que –¡por supuesto!– el poliéster y el prêt-à-porter tendrán vedada la entrada.


·        Aseveraciones de amplia aceptación o sentir general de la sociedad
Son afirmaciones con un contenido muy genérico. Forman parte del más básico acervo cultural. Algunos ejemplos: “el hombre es un lobo para el hombre”, “el amor todo lo puede”, “vive y deja vivir”...

Necrológica


LUIS GARCÍA MONTERO
EL PAÍS  -  Última - 20-08-2003
Más que hablar de su muerte, me gustaría recordar la última copa que nos tomamos. Fue hace tres días, en su casa de Piedra Oscura, y estuvimos toda la tarde oyendo pasar aviones y hablando de la vida, porque la muerte es siempre un buen motivo para hablar de la vida. Fui incapaz de decirle que lo veía bien, como fui incapaz durante muchos años de pedirle que dejara de fumar. A Ernesto Saavedra no le gustaban ni las mentiras ni las conversaciones inútiles, y los dos sabíamos que la lucidez seguiría ardiendo en sus ojos hasta que yo cerrase la puerta. Ernesto se dedicaba a escribir sobre Hegel o sobre tangos y a dar clases de filosofía en la Universidad de Buenos Aires cuando los militares argentinos decidieron poner punto final a sus noches en los garitos de San Telmo. Los libros de su biblioteca, una de las mejores de Argentina, tardaron poco en ser saldados en las librerías de la calle Corrientes, en donde compré dos, mucho tiempo después, para regalárselos en su última cena de cumpleaños. Nadie sabe cómo consiguió salir de su país, nadie sabe cuándo, en qué rincones secretos de sus días y sus noches de Granada, escribió Las ventanas enfermas, sin duda el acontecimiento narrativo y ético más importante de la literatura argentina reciente. Una novela de Ernesto sobre la dictadura no podía limitarse a denunciar la violencia de los militares, porque él pudo salvarse de la desaparición, pero no superó nunca las ventanas enfermas que apagaban la luz para no ver, los vecinos que miraban hacia otro lado cuando sonaban las puertas en la noche. Tuvo mucho éxito, pero jamás volvió a sentirse cómodo en su país, y se quedó en España, en Piedra Oscura, una pequeña playa de la bahía de Cádiz, cerca de la base militar de Rota. La otra tarde, cuando nos despedíamos, el ruido de un avión norteamericano cruzó por medio de la casa, y Ernesto me dijo: "Aquí sigo, oyendo portazos".
No se crean esta historia, porque es mentira. Conviene dudar de lo que nos cuentan. Ernesto Saavedra nunca existió y cerca de Rota no hay ninguna playa que se llame Piedra Oscura. Yo sólo pretendía escribir sobre los informativos de TVE, más falsos incluso que una necrológica.

·       
Contraste de ideas
Una secuencia cuya argumentación se basa en el contraste de ideas se nos muestra del siguiente modo: En primer lugar se presenta una idea por lo general ajena y que se pretende rebatir. Suele aparecer tal idea formulada de manera escueta.Y, a continuación, el autor desgrana sus argumentos para invalidar, corregir o matizar la información inicial. Esta segunda parte aparece desarrollada de manera más extensa.
La RAE, las palabras y las personas

IGNACIO BOSQUE
EL PAÍS  -  Opinión - 05-12-2006
En su artículo del martes 28 de noviembre en EL PAÍS, titulado La RAE y el lenguaje, doña Amparo Rubiales acusa a la RAE de defender el lenguaje sexista y de denominar ciertas realidades de forma diferente a como lo hacen las leyes y la sociedad. Los datos que aduce sobre la discriminación de la mujer son inobjetables, pero las conclusiones que obtiene no son correctas.
Muchas personas parecen entender que, al igual que en el Congreso se hacen las leyes que regulan la convivencia entre los ciudadanos, en la Real Academia se crean las leyes del idioma. No es así. Las palabras no significan lo que significan porque lo diga el diccionario o porque así lo hayan decidido los académicos en conciliábulo. Los principios que articulan la estructura de la gramática tampoco son como son porque los hayan acordado los académicos, sea con la participación de las mujeres o sin ella. Las lenguas no son, en suma, el resultado de un conjunto de actos conscientes de los individuos.
Critica la señora Rubiales a la RAE por defender el llamado empleo genérico del masculino, en lugar de aceptar que "el masculino no nos engloba a las mujeres". Varias personas han propuesto que la RAE debería adoptar como norma el desdoblamiento generalizado (niños y niñas, españoles y españolas, diputados y diputadas, etc.). En la próxima Gramática que prepara la RAE, junto con las demás Academias de los países hispanohablantes, se va a proponer que el desdoblamiento se limite a las situaciones en las que su ausencia podría ser malinterpretada, como en la expresión Los españoles y las españolas pueden servir en el ejército. Entendemos que recomendar el desdoblamiento generalizado sería un error, y no solo por razones de economía lingüística, sino sobre todo porque los hechos demuestran que las mujeres no se sienten discriminadas por el uso del masculino en la mayor parte de los casos. Si la señora Rubiales le pregunta a una amiga suya a la que no ve desde hace tiempo cómo están sus hijos, esta no va a pensar que está discriminando a sus hijas. Ninguna de las dos entenderá, además, que la pregunta apropiada tendría que haber sido ¿Cómo están tus hijos y tus hijas?, y mucho menos (para evitar el desdoblamiento) ¿Cómo está tu descendencia?
Estoy seguro de que la señora Rubiales no propone que la Organización de Consumidores y Usuarios pase a llamarse Organización de Consumidores, Consumidoras, Usuarios y Usuarias, o que el miércoles deje de ser el día del espectador para ser el día del espectador y la espectadora. Aunque diga en su artículo que "todos son solo ellos, y no lo somos nosotras", estoy igualmente seguro de que no rechaza el uso del pronombre todos que hace el artículo 15 de la Constitución Española (Todos tienen derecho a la vida). Tan difícil de aceptar es el desdoblamiento generalizado, que la señora Rubiales no lo practica en su artículo. Usa la expresión "los propios académicos" sabiendo que entre nosotros hay tres prestigiosísimas mujeres (muy pocas, desde luego, pero este es asunto para otra ocasión). Lo hace sin la más leve sensación de que con esas palabras esté ofendiendo a las mujeres porque, en efecto, en su expresión no hay ofensa alguna.
Existe el lenguaje sexista, pero no son discriminatorias expresiones como el nivel de vida de los peruanos o el horario de atención a los alumnos. En ellas no se menciona expresamente a las mujeres, pero están -obviamente- comprendidas. La señora Rubiales se sorprenderá al saber que un buen número de catedráticas y profesoras titulares de Lingüística y de Lengua de nuestras universidades entienden que en esas expresiones no hay discriminación, y este juicio no afecta en lo más mínimo a su compromiso con la defensa de los derechos de la mujer. Como es obvio, también se usa el hombre para designar al ser humano, o el oso para designar cierto plantígrado, sea cual sea su sexo. Podrían añadirse infinidad de ejemplos similares.
En estos y en otros muchos casos las palabras no discriminan a las mujeres. Lo hacen, en cambio, las prácticas sociales y (todavía) algunas leyes. El uso del masculino como término no marcado puede ser insuficiente en ciertos contextos, pero de ahí no puede concluirse que "el masculino no engloba a las mujeres". El problema ni siquiera tiene que ver con el género. No hay error en la expresión Pasé allí cinco días por el hecho de que no se diga ... con sus correspondientes noches, ya que el término día tiene dos sentidos: abarca la noche en uno de ellos, y solo el tiempo en que el sol está sobre el horizonte en el otro (en cierta forma, como ocurre con los alumnos o los peruanos).
La Academia describe los usos lingüísticos que surgen y se extienden, y recomienda los que entiende que se van asentando en la lengua culta. En ningún caso construye o crea el código lingüístico al que esos usos corresponden. Sobre la palabra jueza, que menciona en su artículo la señora Rubiales, dirá la próxima Gramática que es de uso común en la Argentina, Venezuela o Costa Rica, entre otros países, si bien no se ha extendido en México ni en España. ¿Debería decir otra cosa? Pregunta la señora Rubiales: "¿Cómo llamamos a la unión entre españoles y españolas del mismo sexo?". Pues podemos llamarla matrimonio. Si este sentido cuaja y se empieza a generalizar, la RAE contará con suficiente documentación para añadir la acepción correspondiente a la próxima edición del Diccionario. Tampoco crea la RAE las reglas de la gramática. Es un error pensar que la expresión unos a otros es discriminatoria si se aplica a un grupo formado por hombres y mujeres, y no sería sensato pedir a la Academia que cambie las reglas de la concordancia de género y número del español, similares a las de las demás lenguas románicas.
Carece de fundamento la visión de la RAE como una institución insensible a los cambios que marcan el progreso de la sociedad, y es profundamente injusto decir que "sigue defendiendo el lenguaje sexista". La RAE no incorpora las palabras a su diccionario hasta que adquieren vida propia en la comunidad, pero no puede deducirse de ello que la Academia no sigue el compás de la sociedad. Dice la señora Rubiales que el poder ha sido siempre masculino y que las mujeres solo han alcanzado su condición de ciudadanas hace tres cuartos de siglo. Son verdades como puños, pero verdades ajenas al papel que corresponde a esta institución. Nadie negaría que una parte importante de la estructura de la sociedad se refleja en el lenguaje, pero las convenciones del código lingüístico con el que nos comunicamos no son reflejo directo de la sociedad. Para dirigirse a una directora general en Francia alternan Madame le directeur général y Madame la directrice générale. Muchas francesas prefieren la primera opción y no consideran discriminatorio ese tratamiento. Lo que sí consideran injusto es que no sea mayor el número de las mujeres a las que corresponde alguno de los dos.

·        Causa/consecuencia
La tendencia del consumo de alcohol como diversión se debe a la falta de actividades alternativas de ocio. (causa)
Los adolescentes no son conscientes de los daños físicos y psíquicos que les causa el consumo ni los efectos sociales del mismo. (consecuencia)

FALACIAS
Son razonamientos falsos o erróneos. Algunas de las más usuales son:
·         Apelación al hombre. Es ofensiva: cuando es imposible refutar racionalmente lo que otro dice, se ataca a quien lo dice: Tú no puedes opinar sobre racismo porque eres blanco.
·         Apelación a la autoridad de una persona. Es una falacia citar como autoridad en un tema a alguien que no lo es. En Marte no hay vida porque lo ha dicho mi madre, que es muy lista.
·         Apelación a los sentimientos del destinatario: Hágame alguna rebaja porque es un regalo para m hermano, que está enfermo.
·         La falsa relación causa-efecto:Consiste en establecer como causa de un hecho algo que ha ocurrido inmediatamente antes en el tiempo: Juan llevó a su perro a una residencia canina. A los pocos días, el perro contrajo la rabia. Por lo tanto, en estas residencias, la rabia se contagia.
Etc.

ACTIVIDADES
1.     En una argumentación pueden distinguirse: la tesis, la justificación de la tesis que se defiende (argumentos); la refutación de una tesis contraria (contraargumentos) y la admisión de un argumento contrario para luego contraargumentar con más fuerza (concesiones).
Reconoce en los textos siguientes la tesis, los argumentos, los contraargumentos y las concesiones, y analiza los marcadores argumentativos:

Texto 1
-¡Levántate!
-Todavía son las ocho menos veinte...
-Sí, es pronto; pero en lo que desayunas y te preparas... ¿No entras a las ocho y media? Además, ayer tuviste que hacer todo corriendo, y no llegaste a clase.

Texto 2
-¿Cómo has podido suspender con lo fácil que ha sido?
-Tío, el examen fue fácil, pero estuve de fiesta...No pude mirármelo más que por encima... Y, claro, me cargaron.

Texto 3
Es cierto que se trata de su primera película, pero eso no justifica que algunas escenas carezcan de originalidad, y que la primera media hora aburra a los espectadores. Además, la interpretación de algunos actores secundarios deja mucho que desear. Eso sí, la música no está mal.

2.     Completa el siguiente cuadro en los que se plantea un  tema de carácter polémico y continúa la lista de argumentos de cada tesis:

TESIS A
TESIS B
Deben prohibirse las corridas de toros.



ARGUMENTACIÓN A
ARGUMENTACIÓN B
Es inhumano disfrutar a costa del sacrificio de los animales
Cada vez es mayor el número de aficionados a los toros, incluso en el extranjero.































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